La medicina ortomolecular, nutrición ortomolecular, terapia ortomolecular o terapia de las mega vitaminas, consiste en localizar deficiencias agudas o críticas de nutrientes (deficiencias producidas por una dieta severamente pobre en un nutriente en particular), y corregir dicha carencia, ya que considera que las enfermedades son causadas por desequilibrios moleculares que son corregibles mediante la administración por vía oral de las moléculas nutritivas adecuadas, en el momento correcto. La nutrición ortomolecular se origina en el estudio de la bioquímica de los seres vivos, de tal manera que utiliza sustancias que ya existen en el cuerpo humano de forma natural y necesarias para la vida, con el propósito de restituir el equilibrio nutricional del cuerpo.
El término y la base teórica formal fue en 1968, acuñada por Linus Pauling (Bioquímico conocido también como “el Einstein de la Química”, recibió el Premio Nobel de Química en 1954 y también el Premio Nobel de la Paz en 1962, por su campaña contra las pruebas nucleares terrestres). Su interés por las vitaminas nació debido a una enfermedad incurable que le fue diagnosticada al rededor de los 40 años. Fue tal su interés por los nutrientes esenciales y su eficacia, que llegó a dejar todos los demás campos de investigación a los que se dedicaba, para ocuparse por completo del estudio y desarrollo de la medicina ortomolecular, a la que dedicó los últimos veinte años de su vida.
Las deficiencias agudas de vitaminas o minerales producen enfermedades que pueden ser mortales; por tanto, se les ha dado mucha importancia. Estas deficiencias agudas han determinado lo que se denominan cantidades diarias recomendadas de nutrientes (CDR), que son las cantidades que evitan que suframos enfermedades carenciales.
Sin embargo, aunque estemos completamente seguros de no tener una enfermedad carencial, existen deficiencias que disminuyen nuestra calidad de vida. Es decir, podemos no tener escorbuto, pero igualmente tener una deficiencia de vitamina C. Esta deficiencia no crítica -o insuficiencia-, puede desarrollarse incluso cuando la dieta contiene los 60 mg diarios de vitamina C que indica la CDR; y esta carencia, sin llegar a ser una enfermedad como el escorbuto, sí nos puede producir cansancio, catarros frecuentes, infecciones, alergias, falta de firmeza en la piel, retraso en la curación de heridas, deterioro dental o encías sangrantes…. La cantidad de vitamina C necesaria para evitar estos síntomas depende de muchos factores, y varía de una persona a otra; para algunos 200 mg. pueden ser suficientes, mientras que otros necesitarán hasta 4.000 mg. Las necesidades y cantidades debe pautarlas un profesional.
El terapeuta ortomolecular emplea múltiples sustancias vitales (aminoácidos, enzimas, nutrientes no esenciales, hormonas, vitaminas, minerales, oligoelementos, aceites poliinsaturados, etc.) para colaborar en la nutrición óptima y conseguir así la recuperación del organismo. Uno de los métodos de diagnóstico más utilizados es la iridiología, ya que a través del iris puede determinar si hay un desequilibrio entre macrominerales, así como qué órganos necesitan un mayor aporte de nutrientes.
Un experto en nutrición ortomolecular es quien debe determinar las cantidades óptimas para cada individuo; es imprescindible tener los conocimientos apropiados para evitar excesos de vitaminas (que pueden llegar a ser perjudiciales en dosis excesivamente altas).
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